Sus gritos tuvieron eco en la orilla de la presa, un niño, de la comunidad de Palo Gordo lo escuchó, corrió hasta donde estaba su padre y le dijo que alguien pedía ayuda.
El hombre subió a una lancha, remó entre el agua y rescató a Bernabé, el único sobreviviente de las cinco personas que salieron a pescar el 1 de enero a la presa de Metepec.
Ese día Bernabé, Mario, Miguel, Florencio y Luis fueron a pescar, era un gusto que compartían entre todos, su hobby. Bernabé y Mario eran familiares, el resto amigos.
Ahí en la presa estaba la lancha que por años han utilizado los lugareños. No tenía remos, la atravesaba un lazo a lo largo que jalaban las personas para cruzar al otro lado del cuerpo de agua.
Ya en la lancha mientras jalaban del lazo para cruzar a la comunidad de Palo Gordo y pescar la cuerda se rompió y dio un fuerte tirón que desbalanceó la embarcación por completo.
Tras el tirón el agua se metió a la lancha, los hombres se dividieron a los costados para equilibrar el peso. Fue entonces que la lancha se hundió, la presa se la tragó y con ella a todos a bordo.
Bernabé sintió que algo debajo del agua lo jalaba. Nadó hasta salir a flote. Con la cabeza y brazos sobre el agua gritó con fuerza una y otra vez una sola palabra que salió de su pecho y atravesó sus labios: auxilio. Eran las seis de la tarde.
Un niño escuchó sus gritos, le dijo a su padre, éste tomó una lancha, remó, se adentró en la presa y rescató a Bernabé. Salió semiinconsciente, tragó mucha agua y de los cinco sólo él sobrevivió.
Llamaron a la policía municipal, a protección civil, a la policía estatal. Cayó la noche, bajó la temperatura y solo rescataron dos cuerpos, el de Mario y el de Florencio, sin vida.
Al otro día, 2 de enero, llegó a la presa el Cuerpo de Bomberos, los buzos entraron al agua. A las 10:03 de la mañana sacaron a Luis, minutos más tarde, a las 10:46 encontraron a Miguel. Habían fallecido.
Los cuerpos fueron trasladados al Servicio Médico Forense para la necropsia. A Bernabé lo llevaron al Ministerio Público de Tulancingo para que diera su declaración de los hechos.
En la presa quedaron la lancha en la que rescataron los cuerpos, pedazos de la cinta amarilla con la palabra “prohibido el paso”, una gorra que dejó de tener dueño y en la orilla, sobre la tierra, la lancha de la que se reventó el lazo y dejó en luto a cuatro familias.
El 2 de enero por la tarde, en su casa, esperaban el regreso de Bernabé, ahí velarían a Miguel y a Mario. No había un moño negro, pero sí una enorme lona, sillas y personas.
Mientras esperan, familiares y amigos platican, descansan en las sillas, hay voces de niños. Jenifer, la hija de Bernabé habla con una mujer de lentes y un hombre cruzado de brazos afuera de la casa.